Por un instante, el olor al pasto recién cortado confunde: hace pensar que es verano otra vez. Pero la sorpresa que causa la corrida de dos perros que atraviesan la iglesia de paredes amarillas devuelve a la realidad. Por detrás de ellos aparece la voz tímida de Norma Contreras, que se ofrece a contar la historia de las ruinas de San José de Lules, corazón de la estancia jesuítica que fue el embrión de la industria azucarera. Chiquita alrededor de tanta historia, ella custodia un tesoro que probablemente con el paso de los años adquiera cada vez más valor, como los edificios antiguos junto a los cuales vive y en los que trabaja: las cartas manuscritas que le envió nada más y nada menos que el primer Papa jesuita, Francisco.
Sí, Norma, la casera de las ruinas, la mujer que les cuenta a los visitantes qué ocurrió en ese lugar que está al borde de la ruta 301 -y junto al cual se suele pasar velozmente y con indiferencia- guarda cartas que le envió el Pontífice cuando aún era arzobispo de Buenos Aires (la firma dice claramente Bergoglio y en el remitente de los sobres figura la dirección del arzobispado porteño, Rivadavia 415).
La llegada de este sacerdote porteño a El Vaticano le dio un nuevo impulso al término "jesuita": de boca en boca, en textos periodísticos y por muchos otros canales, la orden a la que pertenece el Pontífice argentino se volvió tema de conversación y discusión. Y es posible que muchos tucumanos se hayan enterado recién ahora de que estos religiosos dejaron una huella profunda en la provincia. La ruta para conocerlos incluye el templo de San Francisco (levantado donde estaba el jesuítico), las ruinas de Lules, La Banda (Tafí del Valle), Ibatín y San Ignacio, en La Cocha (además en la zona de Sauce Yacu, en Raco, hay rastros jesuíticos, según la historiadora Teresa Piossek Presbisch). Este camino también conduce a sorpresas como la que Norma había mantenido en secreto hasta ahora.
"Entre 2003 y 2006 nos mandamos cartas con el cardenal. Él me escribía en tarjetas de la Virgen Desatanudos y de San José, de quienes es devoto. Incluso, una vez me llamó por teléfono. Tiene una voz muy cálida y transmite paz...", cuenta Norma detrás del templo (ella es casera de las ruinas desde hace 22 años y la vivienda que comparte con su hija está en la parte posterior del terreno, junto a un alambrado que la separa de varias huertas).
El vínculo entre esta mujer de 52 años nacida en San Pablo y Francisco se originó gracias a que una viajera de Buenos Aires, durante una visita, le sugirió que le escribiera al cardenal para pedirle ayuda. Ella le dio la dirección.
"Yo quería buscar la forma de mejorar las ruinas, porque no estaban bien, y también necesitaba un sueldo, porque en ese momento no tenía nada más que la casa y las colaboraciones de los turistas", recuerda (y aclara que ahora recibe una ayuda de la Municipalidad de Lules). En una ocasión, Bergoglio le mandó $ 500, y la correspondencia se mantuvo en el tiempo. Incluso, en 2009 ella viajó a Capital Federal y fue a la sede del Arzobispado. Pero no lo encontró.
Norma arranca con el relato: "lo único original que queda del tiempo de los jesuitas es la imagen de San José con el Niño, el tabernáculo y una cruz de metal forjada al fuego. A la iglesia que vemos ahora y al convento los construyeron los dominicos sobre los cimientos de los edificios jesuitas; ellos recibieron estas tierras después de que la Compañía de Jesús fue expulsada". Si alguien conoce bien el estado de este Monumento Histórico Nacional es ella: guía visitantes por sus rincones todos los días, de 8 a 19. Y no está contenta.
Cuenta que en este momento no hay agua. "Había una bomba, pero quisieron robarla y la rompieron. La Municipalidad de Lules la está arreglando. Pero los turistas hoy no pueden usar el baño. El municipio mantiene el predio y paga la luz, y cada tanto llega un subsidio de la Nación para hacerle refacciones al edificio. Pero nada más. Los turistas colaboran con lo que pueden", lamenta Norma. También se queja por la falta de difusión de la que adolece el predio. Según ella, los turistas arriban gracias a los coordinadores turísticos que incluyen las ruinas en los viajes a los valles. "Pero no es común que vengan personas por su propia cuenta", manifiesta.
A pesar de todo esto, está ilusionada. Algunos podrán calificarla de ilusa o excesivamente optimista, pero ella cree que la llegada de Bergoglio a la Santa Sede abre puertas de esperanza para las ruinas de Lules. "Quiero volver a contactarme con él, a ver si puede ayudarnos -se esperanza-. Tal vez ahora, como Papa, se le haga más fácil darnos una mano. Por eso estoy tratando de averiguar a dónde le tengo que escribir. Si me respondió antes, ¿no cree usted que lo va a volver a hacer?"
Alfajores, ayuda y un pedido ya clásico
"Ayer recibí su carta y los alfajores y alfeñiques que me mandó. Que el Señor le retribuya su delicadeza. Respecto de la ayuda que usted me pide, me sería útil saber cuánto necesita y dónde mandar el dinero. Cuando reciba su respuesta le mandaré lo que haya podido conseguir. Le pido, por favor, que rece y que haga rezar por mí. Que Jesús la bendiga y la Virgen Santa la cuide", le escribió Bergoglio en 2005.